lunes, 28 de septiembre de 2009

*Capítulo 12: Ooh La

*Capítulo 12: Ooh La

Cuando desperté, él estaba a mi lado, dormido, sumido en un sueño profundo. Intenté no moverme mucho para no despertarle.
Miré el reloj: las once; la hora a la que me solía levantar siempre. No me quería levantar, pero... joder, qué hambre tenía. Mi tripa rugía demasiado, así que me levanté cuidadosamente y fui a la pequeña y desordenada cocina ; abrí un cajón a ver qué encontraba... pillé un cruasán y me lo comí de camino a la habitación, puesto que pensaba echarme de nuevo a la cama con Ryan.
Una vez que llegué, terminé el bollo con ansia; mi tripa ya no estaba vacía del todo, y lo agradecía.
Observaba a Ryan; tapado hasta la cintura con las sábanas naranjas, un tanto descoloridas , que dejaban ver su delgado y pálido torso a la vista; su pelo ondulado, y muy despeinado se le pegaba a la cara, con expresión serena. La mano que horas antes había estado apoyada en mi cintura, ahora estaba estirada en la almohada. Me mordí el labio inferior y me tumbé a su lado con cuidado.

***
- ...Qué monos – dijo una voz familiar.
- Shh, cuidado, a ver si los vas a despertar – contestó una voz masculina.
Abrí los ojos despacio, muy lentamente.
- ¿Qué...? – empecé, con una voz débil. Esta vez tenía las sábanas hasta el cuello. -¿Qué hora es? – les pregunté a Vi y Brendon, que nos miraban desde el umbral de la puerta.
- Las doce y media; hemos venido para irnos a comer todos juntos, pero...
- ... para dormir tanto, debéis de haberlo pasado muy bien anoche, ¿eh? – sugirió Brendon con una sonrisita. Vi sonrió estúpidamente y le dio un codazo.
- Eso... eso ya es privado – comenté sonrojándome un poco-... voy a despertarle.
- Va, os esperamos en el salón.
- Vale.
Me giré y miré a Ryan, le rocé un poco la mejilla, pero era demasiado superficial para despertarle.
- Ryan, Ryan, despierta. Es muuuuy tarde y nos están esperando para que nos vayamos a comer con ellos. – le decía mientras le agitaba con delicadeza los hombros. Gruñía por lo bajo.
- Mmm...
- Venga, despierta. Hemos dormido mucho... bueno, tú un poco menos.
- Mmm vale, ¿qué hora es? – articuló frotándose los ojos, ya abiertos.
- Las doce y media, ¡Vamos, lirón!
- Va, va – se sentó en la cama y me besó en los labios, luego se rascó la cabeza y bostezó. – Voy a vestirme.
- Sí, y yo también.
De modo que cogimos nuestra ropa y nos fuimos vistiendo.
Fui al baño a lavarme la cara; salvo por una espinilla imprevista en la mejilla, mi cutis estaba perfecto, y me veía radiante. El sexo hace milagros, pensé con una sonrisa mientras me cepillaba los dientes.
Cuando acabé, dejé pasar a Ryan y me fui peinando. Ése día no me apetecía maquillarme, con lo cual tardé menos.
Sonó la cisterna y RyRo salió.
- ¿Ya estás?
- Sí- contesté.
- Genial. Oye, yo sobre las cuatro o así me voy a casa de mi tía. Ya te dije que los domingos los paso en familia – dijo poniendo los ojos en blanco.- Aunque no todos, al menos dos al mes.
- Ah, vale.
- Lo malo es que entre semana no creo que nos veamos mucho por los ensayos, pero haré lo posible porque nos veamos todo lo que podamos dentro de lo posible – añadió con sus ojos fijos en los míos -. Pero Vi y tú podéis venir cuando queráis, tenéis acceso VIP.
- Vamos a parecer groupies – bromeé.
- Anda, anda; chorradas.
- Lo dije de coña, eh- aclaré.
- Ya, obvio.
- Argh, ya está el listillo – reí, mientras le apartaba un mechón de la cara.
- Bueno, ¿salimos? Nos están esperando.
- Claro, vámonos.
Abrí la puerta y juntos nos dirigimos al salón donde estaban los otros dos metiéndose mano; disimuladamente, pararon.
- ¿Ya? – preguntó Vi.
- Sí, pero si queréis seguir...
- No, venga; vámonos, que hay hambre. – dijo Vi levantándose enérgicamente.
- Ah, luego llamaré a mi madre a ver si me puedo quedar más tiempo por aquí.
- ¿Cómo es que se lo tienes que preguntar a tu madre? Si eres mayor de edad...
- Por el tema económico, Vi.
- Ah, captado.
- Genial – dijo Ry emocionado.
- Tampoco te hagas ilusiones – dije, bajándole de su nube, muy a mi pesar.
- Joder, qué positiva eres, ¿no?
- Soy positiva y realista – recalqué esta última palabra.
Brendon interrumpió nuestro debate abriendo la puerta.
- Van a cerrar los restaurantes. Por cierto, ¿dónde vamos a comer?
- Yo pensé en ir a comer al japonés – sugirió Vi.
- De acuerdo – dijimos todos.
Salimos a la calle, con un calor que nos hizo sacar las gafas de sol a todos. Una llamada a mi móvil me sorprendió e hizo que me librara de los brazos de RyRo. Era mi madre.
- ¿Sí?
- ¡Jazzie! ¿Qué tal, hija?
- Muy bien, mamá. Tan bien que me estaba preguntando...
- Sí, dime.
- Me preguntaba si me podría quedar hasta finales de agosto... – le pregunté mordiéndome el labio.
- Oh, bueno. Verás, es que este mes sabes que vamos un poco ajustados de dinero...
- Pero, podría trabajar aquí, ¿no?
- Cariño, la cosa es que hay que pagar por adelantado, un mes antes, creo, ya te acuerdas cuando reservamos el apartamento donde estás ahora.
- Vaya... entonces nada.
- Lo siento, hija; otra vez será. Este año ahorramos y el verano siguiente te vas más tiempo, ¿sí?
- Sí... es una buena idea... pero no te preocupes, no es culpa vuestra. Ya te llamo el viernes.
- Vale, Ciao.
- Ciao. – dije a la vez que pulsaba el botón rojo de mi móvil. Bajé la mirada. El 30 me voy; es decir, tengo apenas un mes.
- ¿Qué? – exclamó Ryan con cara de horror.
- No hay pasta. Lo suponía. – suspiré.
- Yo... yo podría dejarte algo, no tengo mucho pero... incluso podemos juntarnos y...
- No, Ryan, eres muy amable, demasiado, pero no podría.
- ¿Por qué no? – insistió.
- Porque necesitas ese dinero; para ti y para el grupo.
- ¿Merece la pena acaso si no voy a volver a verte?
- Te prometo que nos veremos.
- No este año, al menos – dijo cabizbajo.
- Podremos sobrevivir – le dije cogiéndole de las manos-
- O no.
- Luego soy yo la pesimista.
- Estos momentos no son para ser optimista, ¿sabes?
- Sí... lo siento mucho... – en ese momento me di cuenta de que tanto Vi como Brendon nos habían dejado a solas.
- No... no es culpa tuya, no te disculpes. – dijo apretando mi mano con aún más fuerza- Sólo puedo pensar en una cosa ahora: vivir el momento – me miró fijamente con su atípico semblante serio, un tanto imponente.
- Carpe diem – concluí, abrazándole tiernamente.

***

No hay comentarios: