*Capítulo 4: It’s a long way to the top
Desperté cuando noté cómo mi cabeza reposaba en algo sólido con un delicioso aroma a perfume masculino.
Oh no. ¿No me habría dormido en el hombro de Ryan, no?
Mierda. Giré la cabeza y así era. Yo apoyada en su hombro; él estaba dormido, con el ordenador sobre sus piernas, ya apagado. Tenía un aspecto adorable con los ojos cerrados.
Su cabeza se apoyó ligeramente en la mía de repente.
Dormía plácidamente con respiración profunda y silenciosa. Intenté no hacer un solo ruido, pues, por sus ojeras, parecía llevar noches sin pegar ojo.
Mi reloj marcaba las nueve de la mañana. Toda la gente del autobús menos él estaba ya despierta. En menos de veinte minutos pararíamos a desayunar; el hambre hacía mella en los pasajeros, que daban bocados silenciosos a sus provisiones clandestinas.
Me sentía estúpida estando como estaba: despierta y con esa extraña postura. El cuello empezaba a dolerme, así que, muy a mi pesar, aparté la cabeza. Fallo. Al apartar la cabeza él no se sostuvo y cayó sobre mí. Se despertó momentáneamente con cara aún de dormido y cuando se dio cuenta de que estaba sobre mí, noté preocupación en su cara. Por unos breves momentos pude sentir su cuerpo sobre el mío.
- Oh, vaya. Lo siento mucho, yo... – se disculpó con los ojos aún no muy abiertos.
- No pasa nada, estabas dormido. Además, no me has roto ningún hueso ni nada – reí-, aún puedes dormir un poco, dentro de quince minutos te despertaré.
- Mejor será que me vaya despejando- dijo mientras se estiraba.
- Como quieras.
- Oye, lo siento. ¿Te he molestado? Es que estaba exhausto.
- Joder, claro que no. Ni que no pudiera ni aguantar un mini-empujón. Además, cuando me dormí debió ser que apoyé mi cabeza en tu hombro.
- Sí, lo sé. Aún estaba despierto cuando lo noté. – me miró y sonrió- ¡Wow! Qué sol hace – sacó las gafas del bolsillo y se las puso.
- Tengo unas gafas como las tuyas. – le dije mientras le miraba las suyas.
- ¿Sí?
- Sí, pero en blancas.
- Yo quiero verte con ellas puestas – me rogó.
- Las tengo en la mochila, en el maletero. Cuando lleguemos las saco y me las pongo. Aunque sea de noche.
- Mmmm... gafas de noche. La idea me tienta.
- Te aseguro que lo he probado. Con mi mejor amiga del instituto, la gente pensaba que éramos ciegas.
Los dos reímos.
- Lo que habría dado por verte. Qué...
- Patéticas. Ésa era la palabra – dije interrumpiéndole.
Se quedó mirando mi mano un rato. Estaba completamente empanado. No apartó la mirada hasta que paramos para desayunar.
- Me muero de hambre – me dijo. No pude evitar decir por lo bajo:
- ...¿en serio? – al ver que me había escuchado, le miré y nos reímos.
- Sí... aunque parezca mentira, George Ryan Ross III tiene hambre a lo largo de su vida humana.
- Uooo no me digas. Pero, ¿tendrás suficiente como para tomarte algo más que un café y una triste magdalena?
- Mmm no lo sé, tendré que comprobarlo – dijo poniéndose de nuevo las gafas, que se las había quitado antes de quedarse mirando mi mano.
Estábamos ya cerca de Phoenix, pues el conductor solo paró 20 minutos para descansar toda la noche anterior. La cafetería esta vez era más sucia, más acorde con su rango de ‘cafetería de carretera guarra’. No había nadie más aparte de los pringados del autobús, nosotros.
Tomé una tostada y un café, además de zumo de mango. Él hizo lo mismo. Esta vez sí que se lo comió todo.
- ¿Ves como sí puedo? – me preguntó con una sonrisa.
- Sí, sí. Lo veo, sí.
Estuvimos hablando allí, viendo como el sol iba ascendiendo en el horizonte hasta casi situarse en el centro.
- Y si vives en Las Vegas, ¿qué hacías por Arizona?
- Estaba visitando a mi tía. Vive en un pueblo cerca de Tucson. El autobús paró porque mi tía avisó.
- Aaah
- ...oye
- ¿Sí?
- Que... me estaba preguntando –empezó a tocarse el pelo- que si no tienes donde quedarte o por lo que sea, puedes venirte al apartamento que Brendon y yo tenemos alquilado.
- Muchas gracias, de verdad; pero alquilé un piso. Creo que ya te lo dije.
- Ya, bueno. Por si queréis venir algún día a tomar algo o lo que sea.
- Claro – sonreí -, eso está hecho.
- Genial. Voy al baño
- Vale – dije mientras se levantaba.
...creo que me empezaba a gustar. Era tan mono y agradable... sacudí la cabeza. Me gustaba, y sabía lo que eso significaba. Siempre que me empezaba a gustar un chico, acababa irremediablemente enamorada de él.
De repente interrumpiendo mis pensamientos, estaba él ahí, sentado a mi lado carraspeando la garganta para sacarme de mi ensopamiento.
- Perdón, últimamente me empano con facilidad – dije mientras nos levantábamos para volver al autobús.
- No pasa nada, a mí me pasa a menudo – contestó él con una sonrisa que hizo que se me erizara el vello de la nuca.
Subimos al autobús, sólo él y yo, sentados juntos.
- Bueno, en pocas horas acabará el viaje... – dijo él, tuve un presentimiento de que quería decir algo más
- Sí – dije, y no pude evitar un pequeño suspiro.
- Esta noche, ¿tienes algo que hace? – preguntó; no me lo podía creer, ¡Quería quedar conmigo!
- Supongo que no; daré una vuelta para familiarizarme con la zona
- Quizás podría enseñártela yo... si tú quieres, claro.
- Por supuesto, aún no conozco a nadie así que... ¡perfecto! – él sonrió ampliamente ante mi respuesta.
- Luego puedes venir a mi apartamento a tomar algo y así te presento a Brendon.
- ¿El cantante?
- Sí. Ya verás como te cae muy bien.
- Genial.
Sin darme cuenta el autobús estaba en marcha de nuevo y todo el mundo había subido ya.
lunes, 28 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario